Moverse bien también es quererse bien: el arte de acompañar a tu cuerpo mientras cambias con él

Hay cosas que el paso del tiempo te enseña con delicadeza. Como que la verdadera libertad no está en correr más rápido ni en levantar más peso, sino en poder moverte a tu ritmo, con ligereza, sin dolor. En seguir disfrutando de una caminata larga, de estirarte en la mañana sin rigidez, de bailar en tu sala sin preocuparte por tu rodilla derecha.

La movilidad —esa capacidad de movernos con fluidez, seguridad y confianza— no siempre fue algo en lo que pensáramos mucho. Pero un día, empieza a importar. Porque nos damos cuenta de que no se trata solo de vernos bien, sino de sentirnos capaces. Libres. Vivas.

Y cuando llegamos ahí, cambia también nuestra forma de cuidarnos. Empezamos a elegir rutinas que nos escuchen, no que nos exijan. Ejercicios que fortalezcan sin castigar. Descansos activos. Estiramientos que se sienten como un abrazo. Ritualitos de autocuidado que no hacemos por vanidad, sino por amor propio.

Una parte clave de este bienestar físico —y emocional— es el cuidado de nuestras articulaciones. Esas bisagras silenciosas que nos permiten todo: desde correr hasta cargar las bolsas del súper. Y sí, con el tiempo pueden volverse más sensibles. Pero también más receptivas si sabemos cómo acompañarlas.

Entre las recomendaciones más populares de fisioterapeutas, entrenadoras y mujeres que han aprendido a escucharse, aparece la cúrcuma. No como una moda, sino como una aliada con respaldo científico: su compuesto activo, la curcumina, tiene propiedades antiinflamatorias que pueden ayudar a aliviar molestias en rodillas, caderas, muñecas o espalda. Especialmente cuando se incorpora como parte de una rutina inteligente, no extrema.

Y aquí va un tip de esos que solo se pasan entre amigas: hay una formulación que combina cúrcuma con tecnología de alta absorción —sí, porque no toda la curcumina se absorbe bien— y que ha sido integrada en programas de movilidad y recuperación muscular. Se llama Lesotris, y muchas personas la recomiendan justo por eso: porque funciona sin ruido, como esas cosas que hacen bien sin hacerse notar.

Moverse bien también es quererse bien. Y cada pequeña decisión que tomamos para acompañar a nuestro cuerpo en su proceso —desde cómo nos alimentamos hasta lo que elegimos para apoyarlo— es una forma de honrarlo. No por lo que fue, ni por lo que queremos que sea, sino por lo que sigue haciendo por nosotras, cada día.

Más del autor

Las Misiones MyWhoosh regresan con desafíos inspirados en la Vuelta

El Pumpkin Spice está de vuelta: regresa a Starbucks